Alemania cerrará 2024 en recesión, con una contracción estimada del PIB entre el 0,1% y el 0,2%, tras una caída del 0,3% el año anterior. De cara a 2025, los pronósticos de los principales institutos económicos alemanes son sombríos. Proyecciones como las del DIW apuntan a un crecimiento marginal del 0,2%, significativamente inferior al 0,9% estimado previamente, mientras que otros institutos como el IFO plantean escenarios de estancamiento y una recuperación lenta para los próximos años.
Factores como el aumento de costos energéticos, competencia internacional —particularmente de China—, y las amenazas de nuevos aranceles por parte de Estados Unidos agravan el panorama. La industria, motor tradicional de la economía alemana, continúa en declive, afectada por despidos, cierres de fábricas y una infrautilización persistente. A esto se suma la incertidumbre política tras la ruptura de la coalición tripartita liderada por Olaf Scholz, en noviembre.
Pese a este contexto, algunos expertos mantienen esperanza en el consumo privado, impulsado por una inflación estable. Sin embargo, consideran crucial que el futuro gobierno establezca políticas económicas claras y confiables para fomentar la inversión y la innovación tecnológica. Sin estas medidas, la economía alemana podría enfrentar un periodo de estancamiento prolongado y un desafío estructural a largo plazo.
