En un contexto internacional marcado por líderes autoritarios y el retroceso de la democracia, México se ha convertido en un caso singular. Claudia Sheinbaum, científica ambiental y primera mujer presidenta del país, representa una figura opuesta al machismo político dominante en figuras como Donald Trump, Vladimir Putin o incluso algunos tecnócratas latinoamericanos.
A pesar de las predicciones pesimistas para la izquierda y para las mujeres en política durante 2024, México rompió con esa tendencia: Sheinbaum ganó las elecciones presidenciales con casi el 60% de los votos y mantiene un índice de aprobación superior al 80%. Su llegada al poder contrasta con la caída de la representación femenina en parlamentos alrededor del mundo y con el auge de políticas nacionalistas y excluyentes.
Formada como investigadora en energía y premiada por su labor en cambio climático, Sheinbaum ha sido reconocida incluso fuera de México. Recientemente, el chatbot de Elon Musk, Grok, la nombró como la líder más popular del planeta, por encima de figuras como Nayib Bukele. A pesar de sus orígenes en la academia y la ciencia, su cercanía con Andrés Manuel López Obrador ha sido crucial para su ascenso político.
La política de Sheinbaum ha consistido en dar continuidad a varios programas sociales de la Cuarta Transformación, especialmente aquellos que priorizan a las clases más vulnerables. Como lo hizo su antecesor, ha impulsado transferencias directas, lo que ha fortalecido el sentido de dignidad de millones de personas beneficiadas. Para muchos votantes, recibir dinero del gobierno significó ser vistos y valorados.
Sin embargo, el legado de López Obrador también representa retos: desde recortes en salud y educación hasta una lenta recuperación económica. A eso se suma la presión por mantener una línea dura contra el narcotráfico, en un país donde la violencia y el crimen organizado siguen siendo alarmantes. Aun así, Sheinbaum ha comenzado a tomar decisiones más firmes, como la incautación histórica de fentanilo y la extradición de presuntos criminales a Estados Unidos.
Frente a las políticas arancelarias de Trump, Sheinbaum ha optado por una estrategia diplomática prudente pero efectiva. Ha evitado confrontaciones innecesarias, gestionado con inteligencia el tiempo y, en más de una ocasión, logró que México quedara excluido de las medidas más agresivas del gobierno estadounidense. Su actitud ha sido reconocida tanto por críticos como por aliados.
A nivel interno, su gran desafío será mantener un equilibrio entre fidelidad al proyecto de López Obrador y el fortalecimiento de las instituciones democráticas. Aunque ha respaldado algunas reformas polémicas, como los cambios en el sistema judicial, se espera que su estilo tecnocrático y basado en evidencia marque una diferencia con respecto a su mentor. “Es una experta”, afirman quienes han trabajado con ella.
Por ahora, Sheinbaum trabaja en la construcción de un sistema nacional de cuidados que aliviaría la carga doméstica de muchas mujeres. En contraste con otros líderes que usan el poder para debilitar el estado de bienestar, ella propone fortalecerlo. Si bien los observadores internacionales deben evitar idealizar su figura, su liderazgo ofrece una esperanza realista en un mundo cada vez más complejo y polarizado.
Este artículo ha sido elaborado a partir de información publicada en Entrepeneur Para leer la nota original, visita: Sheinbaum es la otra política- Grupo Milenio
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