Estás a días del siguiente pago, pero no puedes resistir la tentación de un café. Aunque crees tener suficiente para darte ese pequeño gusto, la sorpresa llega al revisar tu app bancaria: el saldo no cuadra. Esa sensación de desconcierto tiene un nombre, aunque pocos lo conocen: dismorfia financiera.
También conocida como dismorfia monetaria, esta condición hace que las personas perciban su situación económica de forma distorsionada. Algunos creen tener más dinero del que realmente poseen, mientras que otros, incluso siendo muy ahorradores, subestiman sus recursos. Esta distorsión puede provocar decisiones financieras equivocadas.
Aunque suele asociarse con generaciones jóvenes como los Z, Alpha y los últimos millennials, también se ha observado un aumento entre personas mayores de 40 años. Según el profesor Carlos Alberto Bautista Pérez, muchos adultos continúan pensando en términos económicos de hace 10 o 20 años, lo que los lleva a gastar más de lo que deberían, sin tomar en cuenta el efecto de la inflación y el cambio en el poder adquisitivo del dinero.
El problema no se limita a la falta de conocimiento financiero. La pérdida progresiva del valor del peso, sumada a salarios estancados, contribuye a que el dinero rinda cada vez menos. Esto se complica cuando los aumentos salariales no se dan de forma proporcional al incremento en los precios, afectando directamente la calidad de vida de quienes viven al día.
Además, esta distorsión se ve agravada por los famosos “gastos hormiga”: pequeñas compras cotidianas que, aunque parecen inofensivas, representan un gran impacto a lo largo del tiempo. Sin una planeación adecuada, estos gastos se vuelven la causa invisible de la falta de dinero al final del mes.
Para evitar este tipo de errores, es fundamental implementar estrategias de control financiero. Algunas reglas como el 70-30 o el 50-30-20 ayudan a distribuir el ingreso en necesidades, gustos y ahorro. Asimismo, separar una parte del sueldo para emergencias puede prevenir caer en deudas innecesarias cuando surgen imprevistos.
Finalmente, otro factor que ha promovido el endeudamiento entre los jóvenes es el fácil acceso a tarjetas de crédito. Con pocos requisitos y una publicidad atractiva, muchos terminan viendo el crédito como una extensión de su salario. Esto genera un círculo vicioso donde, al llegar la quincena, ya tienen comprometido su ingreso.
Tener una relación sana con el dinero requiere más que solo ganarlo: implica saber administrarlo. Fomentar la educación financiera desde edades tempranas y replantear nuestros hábitos de consumo son pasos clave para escapar de la ilusión de tener más de lo que realmente hay en la cuenta.
Consulta la nota original en: Dismorfia financiera: ¿Qué es y por qué nunca te alcanza el dinero?- Grupo Milenio
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