El proceso de desinflación nunca es sencillo. A finales del año pasado, los mercados de futuros preveían seis recortes en las tasas de interés de Estados Unidos para 2024. Mis expectativas también eran optimistas; sin embargo, tras tres trimestres consecutivos de inflación elevada, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, advierte que es probable que el indicador tarde «más de lo esperado» en regresar al objetivo del 2% del banco central y justifique recortes en las tasas de interés.
Los pronósticos del mercado sobre los recortes de tasas cambiaron en consecuencia. Algunos sugieren que se aplazarán hasta diciembre para evitar recortes antes de las elecciones presidenciales de noviembre; sin embargo, en la eurozona no ha habido un cambio similar: todavía se espera que el primer recorte se produzca en junio.
De esta historia se desprenden varias lecciones. Una es la incertidumbre inherente a cualquier proceso de desinflación. Otra es la dificultad para interpretar los datos: en este caso, parte de la explicación de las sólidas cifras recientes de la inflación «subyacente» de los precios al consumidor es el «alquiler de viviendas equivalente al de propietarios». Sin embargo, esto es solo una cifra imputada y aún no está claro si ha ocurrido algún cambio fundamental en el proceso de desinflación en Estados Unidos. Una última lección es que, si bien hay algunos factores comunes en el proceso inflacionario al otro lado del Atlántico, las economías de Estados Unidos y la eurozona han sido diferentes: la primera es mucho más dinámica.
Las últimas Perspectivas de la Economía Mundial del FMI ofrecen una comparación cuantitativa esclarecedora de los procesos inflacionarios en Estados Unidos y la eurozona, derivados de la inflación promedio anualizada de tres meses. La rigidez del mercado laboral ha sido mucho más importante para impulsar la inflación en Estados Unidos que en la zona euro y, lo que es más importante, sigue siendo así. Al mismo tiempo, los efectos de «transmisión» del aumento de los precios mundiales, especialmente de la energía, fueron mucho mayores en la eurozona. Esto hace que la inflación en la eurozona sea más creíble y «temporal» que en Estados Unidos, lo cual tiene implicaciones para la política monetaria.
Dos datos más ayudan a entender lo que ha estado ocurriendo. Uno se refiere a la demanda interna nominal, que se desplomó durante la pandemia pero se ha recuperado considerablemente en ambos lados del Atlántico. El otro se relaciona con el dinero, mostrando un crecimiento monetario explosivo seguido de una corrección significativa.
Entonces, ¿qué deben hacer los banqueros centrales? En primer lugar, deben recordar que mantener una inflación muy por debajo del objetivo puede ser tan perjudicial como tenerla por encima. La incertidumbre afecta a ambos lados, por lo que no tiene sentido eliminar la posibilidad de una política monetaria eficaz. Además, esperar demasiado puede tener consecuencias negativas.
Con información de Milenio | Nota original