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La semana pasada hablé sobre el precio que se tendría que pagar por la aprobación de la reforma al poder judicial. Esta situación, claramente, altera los nervios y genera enojo entre los babeantes seguidores del hijo predilecto de Macuspana. Muchos de ellos, aferrados a su devoción ciega, insisten en que no hay argumentos sólidos en contra de la reforma. Bien, analicemos algunos datos recientemente publicados por el INEGI, que son resultados previos a la reforma judicial y, por tanto, es muy probable que disminuyan para el cierre del año.
Primero, el indicador oportuno del consumo privado, publicado ayer. Este indicador permite estimar la evolución del consumo dentro de la economía nacional, en anticipación a lo que será el indicador mensual del consumo privado. Según los datos, hay un incremento anualizado para los meses de julio y agosto. Sin embargo, hay que leer entre líneas. En el mejor de los casos, el crecimiento de julio varía entre un 1.4% y un 3.3%, mientras que agosto se mueve en un rango aún más amplio, del 0.1% al 3.2%. Estas cifras parecen positivas a primera vista, pero un análisis más detallado muestra que el crecimiento mensual ya está en tasas negativas. En otras palabras, el consumo está estancado.
¿Qué significa esto para las familias mexicanas? A pesar de las generosas dádivas gubernamentales, la gente está guardando su dinero. Se percibe que algo no va bien en la economía, y la incertidumbre ante las posibles alteraciones en el mercado es palpable. La falta de gasto es una señal clara de que las personas temen un empeoramiento de la situación económica. Esto no es solo un tema de ahorro; es una señal de que el crecimiento económico, y por ende el desarrollo, están en riesgo.
Lo anterior se respalda por lo publicado hoy en el reporte de la oferta y demanda global. En términos trimestrales, el PIB creció un marginal 0.2%, mientras que las importaciones cayeron un significativo 2.5%. La economía, en esencia, está en un letargo. La contracción en la oferta y la demanda es alarmante. El consumo privado cayó 0.6%, el del gobierno apenas subió 0.8%, y la inversión empresarial (formación bruta de capital fijo) solo aumentó un raquítico 0.4%.
La conclusión es clara: la economía está paralizada. La falta de inversión, las políticas económicas que no fomentan la competitividad y la falta de generación de empleos son los principales culpables. Esto no solo afecta a las empresas, sino también al ciudadano común, que siente cómo el costo de la vida sigue en aumento mientras los beneficios económicos disminuyen. En buen cristiano: si el pueblo no tiene dinero, no gasta, y si no gasta, no hay crecimiento.
Si a esto le sumamos la incertidumbre generada por la reforma al poder judicial, las cosas se tornan aún más sombrías. Ni los más brillantes defensores de la llamada Cuarta Transformación han podido explicar cómo se llevará a cabo el proceso de selección de jueces, magistrados y ministros. Parece que ni ellos mismos lo tienen claro. Este desastre legislativo, promovido por el morador de Palacio y su incondicional corcholata, el impresentable Arturo Zaldívar y las huestes de Morena, nos deja con una justicia más incierta y una economía más débil.
Como he dicho antes, lo repito ahora y lo seguiré diciendo: exigió mucho, entregó poco y no cumplió con nada. Y si esto no fuera suficiente, en 2026 se tiene que renegociar el Tratado de Libre Comercio. La embajada de Estados Unidos ya ha mostrado su preocupación, y el respaldo de su Secretaría de Estado a las palabras de su embajador no augura nada bueno. Habrá que ver si el bravucón de Tabasco tiene el valor de romper relaciones con su principal socio comercial por defender sus caprichos políticos.
La economía mexicana está atrapada entre una reforma judicial que genera desconfianza y unos indicadores económicos que muestran un estancamiento preocupante. Lo que debería ser un debate técnico y económico, se ha convertido en una batalla política llena de caprichos y rencores personales. Y mientras tanto, los ciudadanos, las empresas y los inversionistas, seguimos esperando políticas que verdaderamente impulsen el desarrollo y la competitividad.
Así, así el segundo acto de los tiempos estelares de la transformación de cuarta.