El crecimiento que nunca llega

Si crecer fuera tan fácil como prometerlo, seríamos gigantes…

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Hace algunas semanas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó las expectativas de crecimiento de la economía mexicana para 2024 y 2025. A través de su visita anual, el organismo internacional informó que el crecimiento proyectado para 2024 será de apenas un 1.5%, en comparación con el 2.7% previsto a inicios del año. En solo diez meses, la expectativa ha caído en 1.2 puntos porcentuales. Y para 2025, la cifra es aún menos alentadora: un escaso 1.3%. Estos ajustes a la baja reflejan una tendencia preocupante, que va más allá de los números.

El motivo de esta caída no es un misterio. La economía mexicana enfrenta un entorno complicado, caracterizado por una inflación que sigue siendo elevada, lo que obliga a mantener altas las tasas de referencia del Banco de México. Esta política monetaria restrictiva, aunque necesaria para contener la inflación, ha frenado la inversión y el crecimiento. A pesar de que se ha hablado de una política fiscal expansiva, los resultados no han sido los esperados.

El problema de fondo sigue siendo la inversión. A pesar de los discursos oficiales que celebran niveles históricos de Inversión Extranjera Directa (IED), el crecimiento de la inversión productiva en sectores clave ha sido decepcionante. El impulso que necesita la economía no puede venir únicamente del capital externo, sino también de una inversión sólida y sostenida en infraestructura, innovación y desarrollo de capacidades internas. Sin estos elementos, el crecimiento seguirá siendo endeble y dependiente de factores externos.

La reciente encuesta de Citibanamex refleja una previsión alineada con la del FMI, con un pronóstico de 1.5% decrecimiento para este año. El Banco de México, en su Encuesta de Expectativas, sitúa el crecimiento entre el 1.1% y el 1.9%. Estos análisis coinciden en que la economía mexicana está atrapada en una trayectoria de bajo crecimiento, lo cual debilita las oportunidades de desarrollo a largo plazo.

A esta situación se suma el efecto de las reformas institucionales recientes, que han generado incertidumbre y afectado la confianza en el país. La desaparición de organismos autónomos cruciales, como el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE), debilita el marco institucional que había permitido un mayor equilibrio y competencia en el mercado. La erosión de estas instituciones incrementa la aversión al riesgo y disuade la inversión.

A nivel global, la economía enfrenta varios retos que México no puede ignorar. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ha advertido sobre los riesgos de una desaceleración económica mundial, impulsada por tensiones geopolíticas, precios elevados de energía y alimentos, y las persistentes presiones inflacionarias. Estos factores, sumados a las tensiones en Medio Oriente y la incertidumbre política en Estados Unidos, donde a posible reelección de Donald Trump podría traer consigo nuevas tensiones comerciales y la reimposición de aranceles, mientras que una administración de Kamala Harris podría enfocarse en renegociaciones que exijan mayores compromisos en la reforma judicial y el respeto a los órganos autónomos. configuran un panorama internacional adverso que afecta directamente a México.

Sin embargo, la narrativa oficial insiste en que todo va viento en popa. El gobierno ha decidido ignorar estos riesgos, centrándose en confrontaciones irrelevantes como las discusiones históricas con España o las acusaciones a gobiernos anteriores. Mientras tanto, los problemas estructurales persisten y las reformas necesarias para fortalecer la competitividad y el crecimiento económico real no se implementan.

El crecimiento que nunca llega no es una casualidad, es el resultado de decisiones fallidas y la falta de visión a largo plazo. Si no se aborda el problema desde sus raíces —la falta de inversión, la erosión institucional y los riesgos globales—, seguiremos atrapados en una espiral de promesas incumplidas.

Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.