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Es curioso cómo en los últimos días una de las principales noticias relacionadas con las obras faraónicas del hijo predilecto de Macuspana tiene que ver con el Premio Gran Prix de Versalles, otorgado al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). Un galardón que se enfoca en la arquitectura, celebrando el diseño del recinto y colocándolo como uno de los aeropuertos más bellos del mundo. Sin embargo, y recalco el «sin embargo», este reconocimiento es solo una fachada, literal y figurativamente. Este tipo de premios se han otorgado a aeropuertos como los de Abu Dabi, Singapur, Bangkok, Kansas City y Boston, lugares donde la belleza arquitectónica va de la mano con una eficiencia operativa que los convierte en motores económicos para sus regiones. ¿El Felipe Ángeles? No tanto.
Permítame explicarle, estimado lector, que este aeropuerto, aunque visualmente atractivo, en términos de eficiencia es una verdadera calamidad. El AIFA movilizó, al cierre de 2023, apenas 2.6 millones de pasajeros, ubicándose en el décimo lugar a nivel nacional, cuando fue concebido para ser el principal aeropuerto del país. A modo de comparación, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) moviliza 22 veces más pasajeros y maneja 58 millones de pasajeros internacionales al año, frente a los escasos 200 mil del AIFA en 2023. ¿La cereza del pastel? El Felipe Ángeles terminó el 2023 con pérdidas por más de 390 millones de pesos, una suma que, por supuesto, fue subsidiada por la federación. Sus ingresos fueron apenas de 1,280 millones de pesos, mientras que los gastos se dispararon hasta los 1,670 millones, sin alcanzar el punto de equilibrio que se prometió.
Aquí es donde el enfoque en competitividad económica se vuelve crucial. Un aeropuerto debería ser un motor de desarrollo, un nodo clave para el crecimiento regional, pero el AIFA está lejos de cumplir con esa misión. El único punto donde tal vez se podría rescatar algo es en el servicio de carga, pero solo porque se obligó a las empresas a trasladar sus operaciones desde el AICM al AIFA. Incluso en este rubro, la falta de conectividad del aeropuerto con las principales zonas industriales y el centro del país ha limitado su potencial como catalizador de competitividad.
Para darles una idea, desde su inauguración hasta febrero de 2024, el aeropuerto Felipe Ángeles ha atendido a poco más de 4 millones de pasajeros. Mientras tanto, en tan solo un mes, el aeropuerto Benito Juárez moviliza aproximadamente 3.7 millones de pasajeros, lo que significa que el AICM hace en 30 días lo que el Felipe Ángeles ha logrado en toda su existencia. Y, aun así, se sigue invirtiendo en un aeropuerto que prácticamente no tiene vuelos, recibe muy pocas personas y funciona como un costoso monumento de la egolatría política.
El verdadero problema aquí es que el AIFA, pese a su arquitectura digna de premios, no genera el impacto económico que debería. El gobierno federal le ha asignado un presupuesto similar al del AICM, a pesar de que este último opera a una capacidad muchísimo mayor. En términos de desarrollo económico y creación de empleo, el AIFA es un fracaso rotundo. Un aeropuerto que no puede atraer vuelos, no conecta adecuadamente con los centros económicos del país y genera pérdidas no puede considerarse un éxito, por más bonito que sea.
La pseudo emperatriz, ha dejado claro que no solo continuará con los proyectos heredados del hoy morador de Palenque, sino que apostará por más obras faraónicas. De nada sirve tener una obra de arte si su utilidad está completamente desperdiciada. Aquí lo dijimos: nadie cuestiona la calidad del trabajo del Ejército en la construcción del AIFA, ni la belleza del diseño. El problema es que su utilidad es mínima, su gasto es altísimo y su rentabilidad en términos de empleo, crecimiento y competitividad simplemente no existe.
Así, mientras se construyen monumentos a la vanidad, la economía sigue estancada, el empleo sigue sin despegar y las oportunidades de desarrollo se diluyen. Ojalá que algún día la prioridad sea crear infraestructura que realmente sirva, no solo que luzca bonita.
Así, así el segundo piso de los tiempos estelares de la transformación de cuarta.