El panorama de las finanzas públicas en Estados Unidos, la economía más grande del mundo, está despertando serias preocupaciones. Las decisiones tomadas por la administración actual, lejos de apaciguar el panorama, han provocado reacciones encontradas y generado propuestas que muchos consideran polémicas, bajo el lema persistente de «Make America Great Again».
Este entorno fiscal deteriorado ha comenzado a reflejarse en indicadores clave que cuestionan la estabilidad económica del país. La agencia calificadora Moody’s recientemente redujo la calificación crediticia de Estados Unidos, una decisión que rompe con décadas de confianza financiera internacional y envía señales de advertencia a los mercados globales.
Moody’s basó su decisión en el debilitamiento progresivo de la sostenibilidad fiscal del gobierno estadounidense, enfatizando el aumento constante de su deuda pública y la rigidez presupuestaria que impide una respuesta eficiente. Analistas han comenzado a advertir que estos desequilibrios podrían transformarse en una crisis si no se actúa a tiempo.
Desde el sector financiero, Wells Fargo reconoció que los mercados ya anticipaban una rebaja en la calificación, pero también alertó sobre la persistencia de altos déficits fiscales. Según su análisis, el incremento del gasto en programas sociales, junto con un bajo crecimiento de ingresos públicos y mayores pagos por intereses, son las principales causas del deterioro.
Por su parte, Callie Cox, estratega de Ritholtz Wealth Management, criticó el momento elegido por Moody’s para aplicar este recorte, señalando que la agencia esperó más de una década para actuar. Según Cox, el Congreso discute activamente las propuestas presupuestarias, mientras el escepticismo sobre la deuda estadounidense crece entre los inversionistas.
Las cifras respaldan la alarma. Datos del Departamento del Tesoro indican que la deuda nacional ya representa el 123% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que el déficit fiscal se aproxima a los dos billones de dólares. Todo esto bajo la amenaza constante de alcanzar, o incluso superar, el límite legal de endeudamiento del país.
Moody’s proyecta que, sin reformas en el gasto o en el sistema tributario, la situación empeorará. Para 2035, el gasto obligatorio –incluyendo el pago de intereses de la deuda– podría llegar al 78% del presupuesto federal, y el déficit podría acercarse al 9% del PIB, muy por encima del 6.4% estimado para 2024.
Esta degradación en la salud fiscal de Estados Unidos genera presión adicional sobre la administración, que ahora enfrenta el reto de proponer soluciones estructurales ante un panorama cada vez más complicado, tanto en lo económico como en lo político.
Este artículo ha sido elaborado a partir de información publicada en INDIGO. Para leer la nota original, visita: El gran problema de Estados Unidos: sus finanzas públicas