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Inseguridad: el ancla que frena la economía

No hay política que sane una economía cuando el miedo define las inversiones…

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En diversas ocasiones, en este espacio, he subrayado la relevancia de la seguridad, la impartición de justicia y el estado de derecho para el correcto funcionamiento de una economía. Estos tres pilares configuran el entorno que determina si un país resulta atractivo o no para los inversionistas. La estrategia fallida del expresidente Andrés Manuel López Obrador, bautizada como “abrazos, no balazos”, no solo fracasó en contener la inseguridad, sino que minó la confianza en el país, afectando directamente las oportunidades de inversión.

Si bien López Obrador presumía los niveles históricos de Inversión Extranjera Directa (IED), en este espacio ya habíamos señalado que esos datos eran engañosos. El 98% deesos recursos correspondían a reinversiones de empresas ya establecidas en el país, mientras que apenas un 2% provenía de nuevas inversiones. En otras palabras, durante su administración, prácticamente no se captó nueva inversión, ni siquiera con la coyuntura favorable del nearshoring.

Ahora, con el inicio de la administración de Claudia Sheinbaum, el panorama de seguridad sigue igual de sombrío, si no es que más violento. El asesinato del alcalde de Chilpancingo, Guerrero, ha sido solo uno de los episodios más trágicos recientes, recordándonos el fracaso continuo en materia de seguridad. Lo más alarmante, más allá de la tragedia en sí, ha sido la respuesta de las autoridades: un secretario de seguridad culpando a la víctima por no llevar escoltas, y una normalización de la violencia tan cruda que medios nacionales difunden imágenes gráficas sin reparo alguno.

La actual administración ha intentado calmar las aguas presentando su estrategia de seguridad, compuesta por cuatro ejes: atención a las causas, fortalecimiento de la Guardia Nacional, fortalecimiento de la inteligencia e investigación, y coordinación con las entidades federativas. De estos, el primer eje, la atención a las causas, es el que más interesa desde una perspectiva económica. Según el gobierno, esta estrategia buscaría generar oportunidades para las familias más vulnerables, reduciendo la pobreza y evitando que estas personas terminen en manos de la delincuencia organizada.

No es un enfoque novedoso. Ya desde el sexenio pasado, López Obrador argumentaba lo mismo, promoviendo programas sociales como “Jóvenes Construyendo el Futuro”. Sin embargo, la reincidencia de este discurso parece confirmar lo que ya sospechábamos: los programas anteriores no han sido suficientes. El combate a la pobreza es, sin duda, una condición necesaria para mejorar el entorno económico, pero el enfoque debe ser más integral y acompañado de una verdadera estrategia de seguridad.

En términos económicos, un entorno seguro genera confianza entre los inversionistas, quienes se sienten más propensos a incrementar su participación en la economía. Esa inversión adicional se traduce en la creación de empleos, lo que a su vez fortalece el consumo interno, generando un círculo virtuoso de crecimiento. Sin embargo, hasta que no veamos resultados concretos en el campo de la seguridad, seguiremos estancados en el mismo discurso de siempre: promesas que no se cumplen y excusas que culpan a los gobiernos anteriores.

De hecho, ya estamos viendo los primeros síntomas de este ciclo. Mientras que en sexenios anteriores López Obrador culpaba a Felipe Calderón de todos los males de la seguridad, ahora Sheinbaum ha comenzado también a culpar a Calderón, como si los últimos seis años de gobierno no hubieran sucedido. La narrativa actual parece tener una “laguna mental” que ignora el hecho de que su predecesor fue, en gran medida, el artífice de la inseguridad que enfrenta el país hoy en día.

Lo que está claro es que la seguridad es fundamental para el crecimiento y el desarrollo económico. Llevamos casi seis años perdidos debido a una estrategia de seguridad fallida, lo que ha costado al país no solo recursos en términos de inversiones perdidas, sino también vidas. La promesa de que las inversiones llegarán una vez que mejore la seguridad es válida, pero requiere de acciones concretas y no de simples palabras. Ojalá que la nueva administración entienda esto y deje de jugar el juego de culpar a los gobiernos anteriores, porque mientras tanto, la economía sigue sufriendo y la vida de los ciudadanos está en riesgo.

Ya es hora de que la seguridad deje de ser una promesa rota y se convierta en una realidad tangible que impulse el crecimiento económico que tanto necesitamos.

Así, así el segundo piso de la transformación de cuarta.