Una de las ideas más arraigadas entre inversionistas es que el valor real de una empresa ya existe, solo necesita ser descubierto. Sin embargo, esta noción resulta limitada y, en la mayoría de los casos, alejada de la realidad. Salvo contadas excepciones como inmobiliarias o holdings, las empresas no valen por lo que tienen hoy, sino por lo que pueden llegar a generar en el futuro.
Invertir en una acción no es adquirir un beneficio tangible inmediato, sino una apuesta hacia adelante: es confiar en que una compañía —con su equipo, su estructura y su estrategia— sabrá generar valor sostenido. Pero ese valor aún no existe, está sujeto a variables tan cambiantes como los gustos del consumidor, la competencia emergente o la disrupción tecnológica.
En el corto plazo, muchos modelos financieros pueden proyectar ingresos y márgenes con cierta fiabilidad, especialmente entre uno y tres años. No obstante, la mayoría de las compañías se valoran en los mercados a múltiplos que exigen mirar mucho más allá, con estimaciones que se extienden 10, 15 o hasta 20 años. Y a ese horizonte, la capacidad predictiva se reduce drásticamente.
Es por eso que los mejores criterios de inversión no están basados en proyecciones contables cerradas, sino en comprender si una empresa tiene verdaderas ventajas competitivas: estructuras de bajo costo, reconocimiento de marca, economías de escala, efectos de red o barreras de entrada. Aquellas compañías que logren mantener estos atributos serán las que sobresalgan.
El segundo factor clave es el liderazgo. Sin una dirección comprometida y alineada con los intereses de los accionistas, incluso los mejores modelos de negocio pueden fallar. Casos como Amazon y AWS, o Inditex con Zara Home, muestran cómo decisiones estratégicas tomadas desde dentro y con visión de largo plazo pueden transformar por completo el destino de una empresa.
Jeff Bezos, en lugar de separar su unidad de servicios en la nube, la integró dentro del ecosistema de Amazon, convirtiéndola en la fuente principal de su beneficio operativo. Lo mismo hizo Inditex al mantener sus iniciativas bajo la supervisión cercana de Amancio Ortega. Estas decisiones no fueron técnicas: fueron de gobernanza, visión y compromiso.
En última instancia, invertir con éxito requiere entender que las empresas no operan hoy como lo hacían hace dos décadas, ni lo harán igual en el futuro. El valor no es un número congelado en el balance, sino un potencial en construcción. Lo esencial no es cuánto ganará una empresa este año, sino si será capaz de seguir ganando en los próximos veinte.
Este artículo ha sido elaborado a partir de información publicada en La Jornada. Para leer la nota original, visita: Por qué el verdadero valor de una empresa aún no existe
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