Los recientes apagones masivos que han paralizado varias partes del país han puesto en evidencia las graves repercusiones en infraestructuras críticas, especialmente en las telecomunicaciones. En un mundo altamente interconectado, estos eventos pueden ser catastróficos tanto para las industrias como para los usuarios individuales, dejándolos incomunicados. Durante los apagones, las redes de telecomunicaciones pueden quedar inactivas, y las fluctuaciones energéticas pueden dañar los módems de internet, así como causar daños leves a severos en los equipos electrónicos de la industria.
“Los equipos electrónicos se dañan, lo que genera sobrecostos porque se deben instalar protectores de variaciones de voltaje específicos para los equipos de telecomunicaciones. Si no se protegen todos los equipos, un servidor o transmisor puede descomponerse”, explicó Salomón Padilla, experto en telecomunicaciones y vicepresidente de la Asociación de Telecomunicaciones Independientes (ATIM).
El mundo enfrenta actualmente el desafío de la escasez energética, y las telecomunicaciones, una industria que no puede detenerse, se ven especialmente afectadas. Por ello, empresas como Telcel, AT&T, Telefónica y Altán han implementado planes estratégicos para mitigar los efectos de los apagones.
La estrategia incluye la integración de plantas de luz a base de diésel en sus áreas centrales para mantener el funcionamiento de sus servicios móviles, y la instalación de baterías en sus radiobases para continuar emitiendo frecuencias hacia las terminales móviles. Algunas compañías incluso están optando por energías renovables para alimentar parte de su infraestructura.
“Las empresas de telecomunicaciones han comenzado a invertir en protocolos para proteger sus infraestructuras críticas ante posibles apagones, pero ahora deben invertir más debido a los retos energéticos cada vez más palpables”, afirmó Salomón Padilla.
Sin embargo, esta táctica tiene sus limitaciones. El uso de baterías o plantas de luz sólo permite mantener la operación durante aproximadamente tres horas. Si un apagón se prolonga más allá de ese tiempo, las telecomunicaciones quedarían inoperativas. Además, los cortes recurrentes de electricidad pueden dañar considerablemente la infraestructura de telecomunicaciones. “Estas plantas de luz y baterías no son infinitas y pueden causar daños cuando se restablece el suministro eléctrico. Las fluctuaciones de voltaje pueden dañar los equipos”, advierte el especialista.
Además, las telecomunicaciones enfrentan el problema de la inseguridad. Los operadores lidian con el robo de baterías en las radiobases, ya que es imposible monitorear estas infraestructuras las 24 horas, especialmente en áreas con presencia de delincuencia organizada.
Padilla asegura que el protocolo de emergencia energética que aplican los operadores de telecomunicaciones es adecuado, pero enfrenta el reto de la seguridad y los altos costos asociados, como las baterías para las radiobases, que pueden costar en promedio 10,000 dólares por cada cuatro. En el país hay miles de radiobases y, con la llegada del 5G, este número aumentará significativamente.
“Es el único protocolo que pueden implementar las compañías por ahora. Conforme necesiten más equipos contra apagones, los costos aumentarán, lo que implicará incrementos en sus servicios. El problema energético está ahí y no queda más que enfrentarlo”, concluye Padilla.
Con información de Expansión | Nota original