Pemex ha sido tanto una prioridad como una carga para el gobierno federal. La compañía petrolera ha recibido el presupuesto y la capitalización más grande de su historia, con la esperanza de revivir la bonanza petrolera del pasado y sanar sus finanzas. Sin embargo, la realidad es que México ya no cuenta con los recursos petroleros de antaño, y la situación financiera de Pemex apenas ha mostrado mejoras significativas, a pesar de las inyecciones financieras. Además, el dinero destinado a la petrolera ha superado el presupuesto asignado a sectores críticos como la salud y la educación.
Durante este sexenio, Pemex fue considerada como la pieza clave para el desarrollo, pero lo que se había planteado como un rescate se ha quedado corto en resultados concretos. Aunque se ha logrado frenar la caída en la producción de petróleo y se ha contenido el aumento de la deuda, las metas pronosticadas por el presidente López Obrador y su equipo no se han cumplido.
A solo tres meses del final de esta administración, las cifras y los análisis muestran un panorama distinto al deseado: Pemex no alcanzará la meta de producir 2 millones de barriles diarios, y la reducción de la deuda no es significativa. La incertidumbre rodea también el proyecto de la refinería Dos Bocas, con retrasos y dudas sobre su viabilidad financiera.
En cuanto a la producción, Pemex ha seguido una estrategia centrada en campos maduros, sin grandes descubrimientos que impulsen el crecimiento. Además, los costos de producción han aumentado, lo que afecta los márgenes de ganancia. La división de exploración y producción ha sido rentable, pero la división de refinación ha registrado pérdidas considerables, agravadas por la falta de mantenimiento en las instalaciones.
La situación financiera de Pemex sigue siendo preocupante, a pesar de las medidas gubernamentales. La deuda apenas ha disminuido, y la compañía ha perdido su grado de inversión. Aunque los inversionistas confían en el respaldo del gobierno, la dependencia de Pemex respecto a él es cada vez mayor.
El negocio de la refinación tampoco ha sido rentable, y la promesa de la nueva refinería Olmeca aún no se ha cumplido. Los costos de producción siguen siendo altos, y las importaciones de combustibles continúan.
El gobierno ha asumido gran parte de la carga fiscal de Pemex y ha reducido sus pagos al Estado, pero la compañía aún no es rentable y el espacio fiscal para apoyarla se reduce cada vez más. El próximo gobierno heredará esta situación comprometida, con la necesidad de tomar decisiones difíciles.
A pesar de las expectativas del mercado, Pemex no ha mostrado un cambio significativo en su estrategia, lo que genera incertidumbre sobre su futuro. El sexenio de López Obrador está a punto de terminar sin lograr sus objetivos clave para la petrolera, dejando pendientes importantes en su agenda.
Con información de Expansión | Nota original