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Tensión interna sacude a Morena por crisis de congruencia y poder

Las recientes decisiones dentro de Morena han expuesto divisiones internas, incongruencias ideológicas y una creciente tensión entre principios y pragmatismo que ponen en entredicho su proyecto político.

El Movimiento de Regeneración Nacional, conocido como Morena, enfrenta una etapa crítica en la que comienzan a evidenciarse tensiones internas y contradicciones con los principios que originalmente lo fundaron. Al reducir su nombre a Morena, el partido reforzó su vínculo simbólico con la Virgen de Guadalupe, buscando posicionarse como una fuerza moral y espiritual. Sin embargo, recientes acontecimientos muestran un alejamiento de esa imagen regeneradora de la política.

Diversas decisiones tomadas tanto desde el gobierno como desde la estructura partidista han revelado una inclinación hacia la hegemonía y el rechazo a la pluralidad y la crítica. En los últimos meses, Morena ha mostrado señales de desgaste interno que podrían derivar en una fragmentación parecida a la que vivió el PRD, con la diferencia de que hoy Morena detenta el poder nacional y carece de una oposición consolidada que le haga contrapeso.

Aunque aún no se puede hablar de rupturas, sí es evidente la aparición de fisuras que ponen en riesgo la cohesión del movimiento. De profundizarse estas grietas, una eventual implosión tendría consecuencias serias no solo para el partido, sino para el país en su conjunto, al añadir una nueva capa de incertidumbre a los ya complejos desafíos internos y externos.

Los episodios más representativos de esta tensión interna se han encarnado en tres figuras polémicas. El primero fue la incorporación del expanista Miguel Ángel Yunes Márquez, sobre quien pesaba una orden de aprehensión. Para asegurar su voto a favor de una reforma constitucional, no solo se suspendió el proceso en su contra, sino que fue premiado con la presidencia de la Comisión de Hacienda del Senado. La afiliación del político está ahora bajo revisión por la Comisión de Honor y Justicia de Morena.

El segundo caso fue la decisión de una parte significativa de la bancada de Morena de proteger al diputado Cuauhtémoc Blanco, acusado de intento de violación y otros delitos graves. En vez de respaldar a la víctima, la fracción optó por mantener el fuero del exfutbolista, aliándose con partidos como el PRI y el PVEM. El costo político y moral de esta acción ha generado una ola de críticas hacia el movimiento.

El tercer episodio involucra a la ministra Yasmín Esquivel, cuyo caso volvió a tomar relevancia tras la sentencia que obliga al exrector de la UNAM y a un exdirector de la FES Aragón a indemnizar por daño moral a la asesora de la tesis con la que Esquivel obtuvo su título, acusada de ser un plagio. El hecho reabre el debate sobre la idoneidad ética de la ministra para continuar en su cargo y, peor aún, para aspirar a presidir la Suprema Corte.

Estos casos reflejan la dificultad que enfrenta Morena para mantener una línea ética y política coherente con los valores que promovía al inicio. El dilema es claro: ¿puede el movimiento tolerar actos de impunidad y falta de ética como “malos medios” para alcanzar fines supuestamente superiores?

La situación actual exige que Morena defina su postura ante estos hechos y decida si está dispuesto a corregir el rumbo. De lo contrario, el poder acumulado podría convertirse en su mayor carga, y la regeneración de la política que prometió transformarse en una oportunidad perdida.

Este artículo ha sido elaborado a partir de información publicada en El Financiero Para leer la nota original, visita: Re o degeneración política – El Financiero

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