La administración de Donald Trump ha lanzado una ambiciosa campaña diplomática global, una de las más amplias y simultáneas en años recientes, abarcando negociaciones clave con China, Ucrania, Rusia, Irán y diversas potencias de Medio Oriente. Este giro internacional, en aparente contradicción con el lema “Estados Unidos primero”, ha sorprendido incluso a sus propios seguidores, al colocar a Trump como un actor central en numerosos conflictos y disputas internacionales.
Mientras inicia su primer gran viaje al extranjero tras asumir su segundo mandato, la Casa Blanca busca concretar avances en múltiples frentes. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunció desde Suiza avances positivos con China en torno a la guerra comercial, mientras que funcionarios estadounidenses mantuvieron diálogos complejos con Irán sobre su programa nuclear. En paralelo, Trump logró presionar al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky para sentarse con Vladimir Putin en Turquía, generando preocupación por el creciente alineamiento de Washington con Moscú.
La agenda de Trump también incluye visitas a Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, países con los que mantiene una estrecha relación personal. Su reciente anuncio sobre la liberación del rehén estadounidense Edan Alexander por parte de Hamas apunta a utilizar estos logros como plataforma para impulsar un alto el fuego en Gaza y avanzar en la entrega de ayuda humanitaria. Sin embargo, críticos advierten que estos gestos no son necesariamente indicativos de un progreso estructural en los conflictos regionales.
La política exterior de Trump ha sido caracterizada por su falta de ortodoxia y su fuerte componente personalista. Muchas negociaciones están lideradas por allegados sin experiencia diplomática, como Steve Witkoff, un empresario inmobiliario que participa activamente en las gestiones con Irán, Ucrania y Medio Oriente. Este enfoque ha generado dudas sobre la preparación y la seriedad de la delegación estadounidense, particularmente cuando se privilegian intuiciones sobre estrategias formales.
Además, la postura volátil del presidente ha tenido consecuencias en los mercados globales. Un ejemplo es la reciente decisión de elevar arbitrariamente los aranceles a China al 145%, para luego anunciar que podrían reducirse al 80%, provocando inestabilidad en el comercio mundial. Aunque algunos ven en esto una táctica de negociación, expertos señalan que tales movimientos pueden poner en riesgo el crecimiento económico global y los ahorros de millones de ciudadanos estadounidenses.
Las posturas ambiguas del presidente también han provocado tensiones con los aliados tradicionales de Estados Unidos. Sus declaraciones sobre convertir a Canadá en el estado número 51, o sus reiteradas concesiones a Rusia, han erosionado la confianza de socios estratégicos como Europa y Canadá. A esto se suma la reducción de fondos a USAID, lo que ha afectado programas humanitarios clave como la lucha contra el VIH/SIDA.
Finalmente, se cuestiona el trasfondo ético de ciertas decisiones. CNN reveló que Trump podría aceptar como “regalo” un avión de lujo de Qatar valorado en cientos de millones de dólares para su uso personal y su futura biblioteca presidencial, hecho que podría representar una violación constitucional. Este estilo de gestión, que mezcla intereses personales con asuntos de Estado, ha suscitado fuertes críticas tanto dentro como fuera del país.
Este artículo ha sido elaborado a partir de información publicada en Entrepeneur Para leer la nota original, visita: Trump afirma haber obtenido victorias gracias a su ofensiva en política exterior, pero está asumiendo enormes riesgos | CNN
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