Donald Trump fue recibido en Riad con toda la pompa digna de un jefe de Estado: escoltas aéreos, comitiva con caballos árabes y almuerzos en salones dignos de la realeza. Pero lo que marcó realmente su visita fue un apretón de manos en una sala discreta, cuando saludó a Ahmed al-Sharaa, presidente interino de Siria y antiguo enemigo de Estados Unidos.
La visita a Arabia Saudita, primera escala de una gira por tres países del Golfo, incluyó la firma de acuerdos comerciales que, según se reportó, alcanzaron los 600 mil millones de dólares. Sin embargo, fue el anuncio de Trump en un foro de inversión el que acaparó los titulares: Estados Unidos levantaría las sanciones impuestas a Siria tras la caída del régimen de Bashar al-Assad. La ovación del público fue inmediata.
La decisión marcó un giro en la política exterior estadounidense. Trump no solo ignoró a los sectores más conservadores de su administración, sino que elogió públicamente a Sharaa, quien hace poco tenía precio por su cabeza. “Buena suerte, Siria”, dijo el expresidente. “Muéstranos algo muy especial”. Su gesto fue interpretado por analistas como un intento por reposicionar a EE. UU. como un actor pragmático en Medio Oriente.
Arabia Saudita supo cómo ganarse a Trump. Desde la música patriótica hasta la comida rápida que tanto le gusta, todo fue meticulosamente planeado. Incluso, Muhammad bin Salman lo acompañó en un carrito de golf y, como broche, colocaron un McDonald’s móvil cerca del centro de prensa. Trump respondió con halagos desmedidos al príncipe heredero y al rey Salman, aunque este último no apareció públicamente, lo que generó especulaciones sobre su estado de salud.
En contraste con sus predecesores, Trump no habló de democracia ni de derechos humanos. En lugar de eso, elogió a las autocracias “estables y seguras” y criticó a los “constructores de naciones” de administraciones anteriores. En su visión, el renacimiento de Oriente Medio es mérito exclusivo de los pueblos de la región, no de las intervenciones extranjeras.
El giro hacia Siria no fue aislado. El anuncio habría sido impulsado por peticiones del príncipe saudí y del presidente turco Erdogan. Ambos han expresado desde hace tiempo su frustración con la política estadounidense. Lograron convencer a Trump de dar un paso audaz, aunque poco rentable políticamente en su país. Aun así, lo hizo, desafiando a los halcones de Washington.
El contexto regional parece más favorable al cambio que en épocas anteriores. La caída de Assad representa una oportunidad para alejar a Siria de la influencia iraní. El Líbano, ahora presidido por Joseph Aoun, ha mostrado voluntad de enfrentar a Hizbulá. Al mismo tiempo, Irán busca desesperadamente negociar con EE. UU. para evitar un conflicto y estabilizar su gobierno. En ese escenario, la jugada de Trump podría ser el inicio de un nuevo capítulo en la geopolítica de la región.
Este artículo ha sido elaborado a partir de información publicada en Entrepeneur Para leer la nota original, visita: Trump redefine la política estadounidense en Oriente Medio de forma sorprendente – Infobae
El contenido ha sido parafraseado con el propósito de informar. Todos los derechos del texto original pertenecen a INFOBAE y a su autor.