Bolivia enfrenta una crisis económica marcada por la escasez de dólares, que ha disparado los precios y generado incertidumbre en la población. Las reservas internacionales cayeron de $15,000 millones en 2015 a $1,900 millones actuales, limitando la capacidad del país para importar bienes esenciales. La inflación anual alcanzó un 5.5% en septiembre, su nivel más alto en una década, afectando principalmente a los sectores más vulnerables.
El gobierno de Luis Arce ha intentado contener la situación mediante subsidios y controles de precios a través de organismos como Emapa y el Fondo Rotatorio de Seguridad Alimentaria, que aseguran alimentos básicos a precios accesibles. Sin embargo, estas medidas han incrementado el déficit fiscal, que ya representa un 8% del PIB, y han agotado aún más las reservas en dólares.
La crisis también refleja tensiones políticas entre Arce y el expresidente Evo Morales, que han ahuyentado inversiones extranjeras. Mientras tanto, sectores clave como la producción de gas, principal fuente de ingresos del país, han experimentado caídas significativas, dificultando la recuperación económica.
Expertos sugieren que Bolivia adopte medidas más estrictas de control cambiario y ajuste fiscal para estabilizar su economía. Sin embargo, los desafíos incluyen el alto gasto público y la necesidad de equilibrar las políticas de subsidios con estrategias sostenibles que fortalezcan la producción local y atraigan capital extranjero.