En la reciente reunión de la Junta de Gobierno del Banco de México, donde se decidió realizar un recorte en la tasa de interés, se evidenciaron distintas posturas entre sus miembros sobre el futuro de la política monetaria. La mayoría enfatizó la importancia de proceder con prudencia y evaluar posibles recortes adicionales en una base reunión por reunión.
El debate interno reflejó preocupaciones sobre el ritmo de crecimiento de los salarios y su impacto en la inflación, así como el efecto de una política fiscal expansiva. La subgobernadora Irene Espinosa, en particular, votó en contra del recorte de la tasa, argumentando que las presiones salariales y la política fiscal representan desafíos significativos para alcanzar la meta de inflación del 3%.
A pesar de un entorno de inflación desafiante, la Junta decidió reducir la tasa de fondeo de 11.25% a 11%, con Espinosa como la única disidente, abogando por mantener la tasa sin cambios para no comprometer la estabilidad de precios ni la credibilidad del banco central.
La discusión también tocó el tema del tipo de cambio, con algunos miembros señalando la apreciación acumulada del peso mexicano desde septiembre de 2022 como un factor a considerar. La postura general de la Junta sigue siendo cautelosa, con algunos miembros adoptando un enfoque más conservador ante la incertidumbre del panorama inflacionario.
Analistas como Alberto Ramos, de Goldman Sachs, interpretan las actitudes de la Junta como variadas, identificando posiciones desde hawkish (restrictivas) hasta dovish (expansivas), reflejando la complejidad de calibrar la política monetaria en un contexto económico lleno de retos.
Con información de El Economista | Nota original