El año 2023 marcó un hito alarmante en el historial de catástrofes naturales, con un registro sin precedentes de eventos destructivos a nivel global. La consultora y corredora de seguros Aon, en su informe climático, destacó que el mundo fue testigo de 398 desastres naturales, los cuales generaron pérdidas económicas por valor de 380,000 millones de dólares. Este aumento del 22% sobre la media del siglo XXI no solo refleja la magnitud de los daños materiales, sino también una profunda tragedia humana, con 95,000 vidas perdidas, cifra no vista desde el año 2010.
La magnitud de estos eventos catastróficos, impulsada principalmente por terremotos y tormentas convectivas severas en regiones como Estados Unidos y Europa, resalta la creciente vulnerabilidad de nuestras sociedades frente a fenómenos naturales extremos. El informe revela una «brecha de protección» del 69%, evidenciando que solo un 31% de las pérdidas totales fueron cubiertas por seguros. Esto no solo subraya la insuficiencia de la cobertura aseguradora frente a eventos de esta magnitud, sino también la necesidad urgente de fortalecer nuestros sistemas de respuesta y recuperación ante desastres.
El 2023 se posicionó además como el año más caluroso registrado, con temperaturas y condiciones climáticas extremas que contribuyeron significativamente a la intensidad y frecuencia de estos eventos catastróficos. Países como Nueva Zelanda, Italia, Grecia, Eslovenia y Croacia enfrentaron los eventos meteorológicos más costosos de su historia, poniendo en evidencia la universalidad del riesgo climático y su impacto transversal en diferentes regiones del planeta.
Ante este escenario, la llamada a la acción es clara. La creciente volatilidad climática y la complejidad de los riesgos asociados demandan una mayor resiliencia por parte de las organizaciones y las sociedades en su conjunto. Las palabras de Greg Case, consejero delegado de Aon, resuenan como un recordatorio de la oportunidad que tenemos de adaptarnos y fortalecernos frente a estos desafíos. Es imperativo que sectores clave, como la construcción, la agricultura y el inmobiliario, adopten enfoques proactivos para analizar tendencias climáticas y mitigar riesgos, protegiendo así no solo sus activos, sino también la vida y el bienestar de las comunidades a nivel global.
El informe de Aon no solo ofrece un recuento de los daños causados por las catástrofes naturales del año pasado, sino que también sirve como un llamamiento urgente a repensar y redoblar nuestros esfuerzos en materia de prevención, preparación y respuesta ante el cambio climático y sus consecuencias cada vez más tangibles y devastadoras.
Con información de El Economista | Nota original