El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha expresado preocupación por el impacto que las monedas digitales emitidas por bancos centrales de economías avanzadas podrían tener en la intermediación bancaria y la eficacia de la política monetaria. La introducción de estas monedas digitales, según el FMI, requeriría la implementación de controles de capital para mitigar los posibles efectos recesivos y el estrés bancario asociado con su adopción. El documento de trabajo del FMI sugiere que la adopción generalizada de monedas digitales podría amplificar la sustitución de divisas y ofrecer servicios adicionales de liquidez, impactando así en la inflación.
Además, el FMI destaca que las stablecoins, que son criptoactivos vinculados al valor de monedas fiduciarias o bienes materiales, podrían ser prohibidas para aliviar algunos de estos efectos negativos. La organización también sugiere que la introducción de medidas de gestión de flujos de capital podría aumentar la efectividad de la política monetaria extranjera, en respuesta a choques externos.
En el contexto de México, el Banco de México (Banxico) está trabajando en el desarrollo de su propia moneda digital, siguiendo la tendencia mundial y respondiendo a la demanda de los usuarios. Aunque el proyecto se encuentra en una fase de análisis y no se ha fijado una fecha específica para su lanzamiento, el objetivo es fomentar la inclusión financiera y proporcionar acceso a servicios financieros a la población no atendida por las instituciones financieras tradicionales. A pesar de los anuncios previos sobre la posible operación de esta moneda digital para el 2024, la subgobernadora Galia Borja ha indicado que Banxico no se ha comprometido con una fecha concreta para su implementación.
Este enfoque por parte de Banxico y otros bancos centrales alrededor del mundo refleja un interés creciente en explorar las potencialidades de las monedas digitales para mejorar la eficiencia del sistema financiero, aunque también plantea desafíos significativos en términos de regulación, seguridad y estabilidad financiera.
Con información de El Economista | Nota original