Los pronósticos económicos para Estados Unidos se han tornado cada vez más alarmantes. Analistas de diversos sectores ya anticipan un repunte inflacionario significativamente mayor al estimado hace solo unas semanas, lo cual ha encendido las alarmas en los mercados internacionales. El nerviosismo ha sido alimentado por la política arancelaria del presidente Donald Trump, que amenaza con desencadenar un desorden monetario global y una posible recesión.
Los temores no son infundados. Expertos señalan que las medidas comerciales adoptadas por Trump están rompiendo con los consensos tradicionales de la política económica, recordando los errores del pasado. La historia ofrece un paralelismo inquietante con los años treinta, cuando aranceles similares agudizaron los efectos de la Gran Depresión. Esta vez, la incertidumbre sobre el resultado final es aún mayor, dado el contexto geopolítico actual y la interdependencia económica mundial.
El mandatario estadounidense ha comparado sus aranceles con un tipo de “medicina” que, aunque amarga al principio, asegura traerá beneficios a largo plazo. Sin embargo, para muchos economistas, esta visión no solo es arriesgada, sino que podría tener un costo desproporcionado para los hogares estadounidenses, en forma de precios más altos y menor poder adquisitivo.
Las consecuencias ya comienzan a reflejarse en el valor del dólar, que ha mostrado señales de inestabilidad en los últimos días. La moneda estadounidense, que durante décadas ha sido símbolo de solidez, ahora se ve sacudida por la desconfianza de los inversionistas internacionales. Esta situación plantea riesgos adicionales para los mercados emergentes, cuyos flujos financieros dependen en gran medida de la estabilidad del dólar.
Además, la posibilidad de una recesión no se descarta. Con el consumo doméstico presionado por la inflación y las tensiones comerciales afectando el comercio exterior, algunos analistas ya trazan escenarios en los que Estados Unidos podría entrar en una contracción económica en los próximos meses. Esto tendría efectos en cadena para las economías del mundo, dada la relevancia global de la economía estadounidense.
La comunidad internacional observa con preocupación, ya que la imposición unilateral de aranceles también ha tensado las relaciones diplomáticas y comerciales. Aliados tradicionales han comenzado a responder con medidas similares, lo que amenaza con escalar el conflicto hacia una guerra comercial abierta. Esta dinámica, advierten los expertos, no tiene ganadores claros, pero sí muchos perdedores.
En este clima de tensión, la política económica de la Casa Blanca parece estar más guiada por objetivos políticos que por criterios técnicos. Mientras tanto, los efectos en la inflación, la moneda y el crecimiento económico comienzan a sentirse con fuerza. Lo que empezó como una estrategia para «proteger la economía estadounidense» podría terminar afectando su estabilidad y liderazgo global.
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