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La nueva derecha: entre la norma, el resentimiento y la fractura de valores

La victoria de Trump ha reunido a tres derechas distintas —cristiana, populista y libertaria— que comparten enemigos, pero no visión de futuro. Sus diferencias internas podrían generar rupturas profundas.

Desde que Donald Trump irrumpió en la escena política, la derecha occidental ha experimentado una transformación profunda. Inspirado por las “guerras culturales” descritas por James Hunter, el movimiento conservador estadounidense se ha reconfigurado alrededor de una nueva alianza ideológica que también empieza a dejar su huella en Europa. Este bloque, aunque unido en su rechazo al progresismo y al multiculturalismo, esconde tensiones fundamentales entre sus tres corrientes dominantes: una derecha cristiana, un populismo identitario y un libertarismo tecnológico.

Durante los últimos años, estas fuerzas han logrado desplazar al liberalismo tradicional —heredero del humanismo ilustrado y de la democracia cristiana— que dominaba el centro-derecha tanto en Estados Unidos como en Europa. El viejo orden, representado por figuras como los Bush, los Tories británicos o los gaullistas franceses, ha sido arrinconado por nuevos discursos que ponen en primer plano la identidad, la autoridad y la tecnocracia elitista.

En Estados Unidos, la alianza entre evangélicos y católicos conservadores ha tomado el control del Partido Republicano, mientras que en Europa, la derecha tradicional se ve seducida por discursos nacionalistas que hacen del rechazo a la inmigración y a los valores del ‘68 su bandera. Pero estas derechas no son homogéneas. La cristiana exige el retorno a una ley natural fundamentada en la fe; la populista solo desea preservar un estilo de vida nostálgico; y la libertaria, encabezada por figuras como Elon Musk, sueña con una tecnocracia sin Estado ni pueblo.

Este choque interno no es menor. Mientras los fundamentalistas cristianos luchan contra el aborto y el feminismo desde una moral normativa, los libertarios promueven una visión elitista y transhumanista donde el Estado es un obstáculo. Los populistas, por su parte, rechazan la globalización pero no cuestionan valores liberales como el aborto o el matrimonio igualitario, siempre que sirvan para reafirmar la identidad occidental frente a «el otro», especialmente el islam.

Olivier Roy, quien analiza esta reconfiguración, señala que la paradoja es evidente: las derechas modernas no solo comparten un odio común (al wokismo, a la migración, a la ecología y al feminismo), sino también una fascinación por la norma como forma de control. La llamada “libertad” que defienden no es una libertad inclusiva, sino una herramienta para imponer sus propias reglas y excluir a quienes no encajan en su visión del mundo.

Esta tensión también se refleja en la forma en que gobiernan. Para combatir una regulación progresista, como la prohibición de los popotes de plástico, se responde no con libertad de elección, sino con otra prohibición: la de los popotes de cartón. Lo mismo ocurre en la educación: en lugar de censurar un autor, se censura toda una categoría como el género o la raza. La lógica normativa se invierte, pero no desaparece; se endurece.

Los libertarios, que supuestamente rechazan las reglas, terminan aceptándolas… siempre que no se apliquen a ellos. En su visión, las normas son solo herramientas para legitimar el poder absoluto y excluir a las masas. Así, se configura un nuevo “imperio de las normas”, donde el resentimiento sirve como motor ideológico y político. El desprecio por la cultura popular, la exaltación del genio individual y la exclusión de los vulnerables son pilares de esta nueva era.

La gran incógnita es cuánto tiempo podrá sostenerse esta coalición. Aunque las tres derechas comparten enemigos, sus visiones del mundo son contradictorias. La tensión entre el tecno-elitismo, la moral religiosa y la nostalgia populista podría desembocar en fracturas que modifiquen el mapa político global. En este contexto, la política ya no gira en torno a intereses, sino a valores. Y cuando esos valores se imponen como normas rígidas que afectan la vida cotidiana sin ofrecer seguridad ni prosperidad, la libertad —tan despreciada por esta nueva derecha— podría volver a ser un ideal deseado.

Este artículo ha sido elaborado a partir de información publicada en El Grand Continent Para leer la nota original, visita: Las derechas y Trump: crisis y futuro de una tradición política – El Grand Continent

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