Las emisiones de metano derivadas de combustibles fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón, mantuvieron niveles récord en 2023, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE). A pesar de un leve aumento sobre el año anterior, se anticipa una pronta disminución debido a cambios sectoriales y compromisos recientes en la conferencia internacional sobre el clima (COP28). Además, la bioenergía contribuyó con diez millones de toneladas de metano, destacando la complejidad y la diversidad de las fuentes de este potente gas de efecto invernadero.
El metano, responsable de alrededor del 30% del calentamiento global desde la Revolución Industrial, tiene una capacidad de calentamiento mucho más intensa que el CO2, aunque su vida en la atmósfera es considerablemente más corta. Las emisiones totales de metano alcanzan aproximadamente 580 millones de toneladas anuales, con un 60% atribuible a actividades humanas, especialmente la agricultura, y casi un tercio a fuentes naturales como los humedales.
El reporte de la AIE señala que las emisiones actuales de la industria de combustibles fósiles están muy lejos de la reducción del 75% necesaria para 2030, según lo establecido por el Acuerdo de París, para mantener el calentamiento global por debajo de 1.5°C. Sin embargo, destaca que aproximadamente el 40% de estas emisiones podrían evitarse sin costo neto, aprovechando el valor comercial del metano capturado en comparación con los costos de sellar las fugas.
Con un costo estimado de reducción del 75% de las emisiones en torno a los 170,000 millones de dólares, menos del 5% de los ingresos de la industria en 2023, la AIE subraya la factibilidad financiera de mitigar estas emisiones. China y Estados Unidos se identifican como los mayores emisores de metano proveniente del carbón, y del petróleo y gas, respectivamente, seguidos por Rusia. Además, se reportó un aumento significativo en las grandes fugas detectadas por satélite en 2023, con un caso particularmente masivo en Kazajistán.
Pese a estos desafíos, existe un optimismo cauteloso de que las políticas, regulaciones y compromisos anunciados recientemente, como los de la COP28 y la iniciativa «Global Methane Pledge», puedan iniciar una tendencia descendente en las emisiones de metano. Estos esfuerzos, si se implementan efectivamente, podrían reducir las emisiones en un 50% para 2030, aunque aún falta la concreción de planes detallados para respaldar estos compromisos.
Con información de El Economista | Nota original