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Es impresionante cómo alguien puede desaprovechar por completo las oportunidades que se le presentan. Hoy quiero hablar de los primeros días del gobierno de Claudia Sheinbaum, una persona que llegó con un respaldo mucho mayor que su antecesor, y que, sin embargo, desperdició notablemente sus primeros momentos. Sus discursos, incluyendo el de toma de posesión, no fueron más que una alabanza a López Obrador, y su primera conferencia matutina se convirtió en una lista de lo que Andrés hizo o quiso hacer.
Cuando alguien asume un cargo nuevo, lo primero que debe hacer es dejar claras sus prioridades. Y recalco sus prioridades porque es precisamente lo que la llevó a ese puesto: la razón por la que 36 millones de personas votaron por ella. Destaco el número, ya que es el que ellos usan para justificar cualquier decisión, aunque esa cifra apenas representa una tercera parte del padrón electoral y una fracción aún menor de la población total.
En términos económicos, como hemos señalado a lo largo de este espacio, la situación no está para nada fácil. Claudia heredó una de las peores administraciones económicas de la historia reciente. Cuando Andrés llegó al poder, contaba con una bolsa de recursos bastante robusta que le permitió hacer y deshacer a su antojo. Hoy, entrega unas finanzas públicas menguadas, una deuda inflada y muchos problemas para reunir los recursos necesarios para cumplir las promesas que él dejó y que Claudia ha decidido continuar.
El panorama no es alentador. La prometida reducción del déficit fiscal para el próximo año—que debería reflejarse en el Presupuesto de la Federación 2025—será un golpe duro para la economía. Reducir el gasto gubernamental implica una contracción económica en algunos puntos porcentuales, tanto es así que tanto el Banco de México como varios organismos internacionales ya ajustaron a la baja las expectativas de crecimiento, no solo para 2025, sino para el cierre de 2024. Andrés deja una economía con un crecimiento promedio inferior al 1%, una calificación crediticia rebajada por las principales agencias internacionales, y, si no hay un ajuste significativo en los próximos meses, podríamos ver cómo se profundizan aún más las desigualdades en el país.
Es casi cómico ver cómo Claudia utiliza los mismos datos que Andrés Manuel para pintar un panorama de éxito. «Sacamos a 9 millones de personas de la pobreza,» dicen, pero la mitad de la población carece de acceso a servicios de salud. «9 millones salieron de la pobreza,» pero la pobreza extrema aumentó. El salario mínimo subió a niveles históricos, pero apenas 10 millones de personas ganan el mínimo, y, aun así, se atrevieron a establecer en la ley que los aumentos salariales superarán la inflación, generando un problema económico para las futuras generaciones. Ni Claudia ni Andrés parecen comprenderlo. El dólar está en niveles históricamente bajos, pero no gracias a sus políticas, sino al contexto internacional. Y la inversión extranjera directa… “niveles nunca antes vistos,” pero el 98% es reinversión, y solo el 2% es nueva.
Si la narrativa no cambia, los resultados no cambiarán. Llevamos cinco años y diez meses señalando los errores, destacando las oportunidades desaprovechadas, y los resultados están a la vista: finanzas públicas debilitadas, mayor desigualdad y menor desarrollo económico. Ese es el futuro que nos espera si el discurso sigue siendo el mismo, acompañado de las mismas acciones. Ojalá la nueva presidenta entienda que en sus manos está el destino de 128 millones de mexicanos, y no solo el de los 36 millones que le dieron su voto. Si lo comprende, deberá tener claro que ella es la actual moradora de Palacio, y que su antecesor debe irse, literalmente, a su finca en Palenque.